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domingo, 19 de julio de 2009

Scout más viejo no suelta el 'Play Station'

FRANCISCO ZAPATA, A los 85 años, es el boy scout más veterano de Antioquia, Colombia. Lo encontramos en un asilo, adonde cada semana van niños en busca de estrategias para combatir monstruos en juegos de Play Station II. Es, además, quien 'se pone de ruana el ancianato'.

En la mitad hay cuatro columnas de apariencia dórica. A los costados, dos guardias cibernéticos que lanzan rayos eléctricos. Arriba una ametralladora que suelta fogonazos. Las reservas de sangre se acaban y Zapata suelta una frase impublicable.

Ahí está, con el rostro iluminado por las imágenes de un juego de Play Station II, el que se dice es el 'boy scout' más viejo de Antioquia y, según cuentas de la dirigente Luz Stella Vélez Vargas, hasta de Colombia.
Francisco Zapata no parece llevar la misma fibra genética de los 90 ancianos que como él pasan los días en el asilo presbítero Rogelio Arango, que él mismo ayudó a construir adjunto a la iglesia Santa Inés, de Bello.

Tiene los ojos brotados, no por estar pegado al televisor, sino porque vinieron así de fábrica, dice con sorna. Tiene la piel cuarteada por lunares y las manos afectadas por la artritis. Adentro lleva un marcapasos.

Zapata se ha convertido en una especie de oráculo, al que consultan niños que desfilan por el ancianato, como si asistieran a una casa de muñecas y no a un hogar de ancianos en sillas de ruedas, y adonde van no precisamente a pedir consejos sobre la vida que ha de venir, sino a preguntar cómo es que se avanza de nivel en el clásico juego Soul River, o cuál considera él que es la combinación de poderes que se necesitan para atacar a cierto monstruo sin cabeza.

Por las celosías se ve algo del sol de la tarde. En una repisa están ordenados más de 70 CD de juegos de play, que él mismo compra en Medellín.

Las paredes son estrechas, pero la pantalla del televisor es amplia como su memoria. A Zapata le aplica aquella frase de que "la imaginación es la única puerta por la que se puede escapar de las prisiones interiores". Zapata es como un Borges, que de viejo no dejó la fascinación por los tigres, los laberintos, los juegos, los enigmas.

Anoche (el martes) se quedó jugando hasta las 3 de la mañana. No podía pasar de nivel y no pudo. Se acostó. Pero al otro día desayunó con los viejitos a los que llama 'chuchumecos', se tomó el chocolate, se escabulló como una lagartija y siguió dándole a los controles y entonces pudo. ¿Cómo? Quién sabe, pero pudo.

Martha, una compañera de asilo, no entiende qué es lo que hace Zapata encuevado todo el día. Sabe, sí, que le pone apodos. "Me dice dizque María Pancrasia. Y yo le digo que a mi no me gusta que me pongan sobrenombres", dice con enfado.

Zapata es incorregible. Se defiende diciendo que si no fuera por los juegos de video, su cerebro estaría frito. Basta ver a Marcos Arango, un hombre que permanece 12 horas con la cabeza clavada en el piso, a merced de los mosquitos. Cualquiera diría que no respira.

Pese a que Marcos en apariencia revela estar llegando a la novena década, cuando despierta de lo que parece un trance, dice que tiene 55. "Y llora todo el día", dice 'María Pancrasia' acusándolo. "Cómo no voy a llorar si no hay ni manera de comprar una galleta o cualesquier cosa", replica Marcos desde el limbo.
El viejo boy scout
Zapata no tiene dientes, pero los tuvo. Nació en Concordia, en 1924, en una casa "muy pobre, muy pobre". Caminaba hasta la escuela, que le quedaba a una legua de distancia. "Mi 'amá', rodaba mucho. Unas veces en el pueblo, y otras veces en el campo", recuerda.
Lo que no dice, pero que cuenta después por su hermana de crianza, Yolanda Pérez Tamayo, es que Zapata fue adoptado por una familia de Bello a los 8 años de edad.

Vendió periódicos, hizo tercero de primaria, fue albañil y por fin, en 1955, 'boy scout'. En el 60 fundó el grupo 49 de Bello Santa Inés, el más antiguo de Antioquia, si se tiene en cuenta que nunca ha cerrado sus puertas. "Tuvo tanta fama que en los jamboree nacionales (1980, 1988 y 1994), ocupó el primer y segundo lugar con los muchachos", dice Luz Stella.

La pañoleta decolorada que lleva puesta, es la de las mil batallas. Es la que le genera, a la postre, las venias y un cierto aire de deidad entre la novatada.

Nunca dejó de aplicar lo que le enseñó a cientos de niños exploradores que pasaron por sus manos. Monedas en el bolsillo para una llamada, pañuelo, peinilla, medias negras y siempre listo.

Zapata no está retirado, porque no deja la costumbre de escaparse del asilo, para visitar el grupo, cuya sede está detrás de la iglesia. Dicen que de su cuarto hace años había acceso a la sede del clan y que como Zapata no tiene arreglo, la sellaron. Pero eso no es problema, pues ya está pensando en el método de una nueva estrategia.
Qué buena historía

Tomado de: El Colombiano

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