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lunes, 21 de diciembre de 2009

Carta de un policía a su hijo

A propósito de todos aquellos héroes clandestinos que hay en Colombia que se sacrifican por nosotros y que a veces no nos damos cuenta que ellos también tienen una familia y unos hijos a quienes dar cariño y afecto, pero su deber hace que tengan que dejarlos y salir a defender nuestros derechos...gracias por cuidarnos...

Reflexionemos...

Querido hijo:


¡Soy un policía. Mi trabajo es muy modesto, pues tú sabes que apenas me da para sobrevivir y medio mantenernos, pero dentro de su humildad me ofrece muchas satisfacciones.


¡Soy el malo de la sociedad que tanto me necesita. Me enorgullece servir a los demás y me siento importante cuando salvo una vida, cuando protejo a un inocente o cuando detengo a un criminal. Estas son satisfacciones que en otro trabajo no se tienen. Mi profesión es verdaderamente ingrata; todos me arrojan piedras y me insultan cuando cumplo con mi deber, porque todos quisieran que la ley se cumpliera para los demás y no en ellos. La gente me humilla cuando me ofrece una dádiva para que deje de cumplir con mi deber y si la acepto me llaman deshonesto.


Debes saber que cuando salgo de casa no sé si volveré a verte porque mi
trabajo es de riesgo constante, en donde va de por medio la vida misma.
¡Así es!. Tal vez tendré que morir defendiendo la vida y la propiedad
ajena, mientras tú me esperas para darme ese beso que a diario me ofreces como bienvenida, y ante esa verdad sufro al pensar que ya no nos volveremos a ver porque habré entregado mi vida por esta sociedad que tanto me exige.


Si a veces no te veo es porque en este ingrato pero emocionante trabajo no tengo horario. ¡Si, es cierto!, trabajo 12 horas, pero solo cuando se
puede, pues a veces por las necesidades del servicio tengo que doblar mi
turno. Yo nunca me niego cuando sé que otros me necesitan para que cuide de su seguridad, porque es indiscutible, ya que cuando la sociedad descansa o duerme, yo estoy de pie, vigilando. Cuánto quisiera poder estar a tu lado, velando tu sueño, viéndote crecer, sano, sonriente, pero me conformo con verte de vez en cuando. De todas maneras siempre estoy pensando en tí y nunca te olvido. Cada día me preparo para ser mejor policía para que tú te sientas orgulloso de tu padre, y lucho junto con mis compañeros por tí, para que puedas desarrollarte con seguridad y puedas caminar por las calles y llegar a la escuela libre de sobresaltos y de miedo, porque para eso estoy aquí y para eso soy policía.


¡No importa que me ataquen y que la gente me condene por no dejarme golpear o matar! Tú sabes con qué clase de gentes me enfrento diariamente; drogadictos, borrachos, asesinos, influyentes amigos de los jefes, todos ellos irrespetuosos, agresivos, en verdad, que el mundo no se dé cuenta que yo también soy un ser humano es lo que más me hiere, pues me duelen los insultos y las agresiones y, ¡demonios! ¿Que se creen? ¿que estoy obligado a aguantar todo porque soy un policía olvidado de la mano de Dios?


Quiero que comprendas que soy policía y no puedo atenderte como te mereces ni darte todo lo que necesitas; solo puedo dejarte como herencia mi honor, mi orgullo y mi dignidad de hombre decente que quiere ser un ejemplo para tí.


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