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domingo, 25 de abril de 2010

Conozca el cuartel de operaciones de cuatro 'hackers' bogotanos

En un reportaje hecho por la revista Enter2.0, filial del diario El Tiempo, revelan cómo trabajan cuatro  hackers en Bogotá. 

 Su oficio recuperando datos o rastreando robos mientras toman RedBull y tocan guitarra eléctrica.

Doscientos mil pesos al día en comidas a domicilio y casi 300 mil pesos al mes en energía son los dos principales gastos en servicios básicos de un apartamento de 'hackers' en Bogotá.

El agua no importa. Sus ocupantes se bañan si acaso una vez al día, como la gente normal.

Una pesada puerta blindada es la primera imagen para el visitante de esta vivienda de dos pisos y medio. En la primera planta hay una sala con una hamaca, una guitarra eléctrica, una marimba, un proyector y una consola de videojuegos Wii. La cocina y el comedor extrañamente están en el segundo nivel junto con la alcoba principal y un baño.

Pero el alma del lugar es el altillo, un pequeño escondite donde está instalado el cuartel general de los cuatro 'hackers éticos' que trabajan aquí (se conocen así porque 'hackean' por encargo para empresas y entidades).

Diego Laverde es el más veterano del grupo. Tiene 37 años, un Ford Mustang que 'engalla' él mismo y tres pares de gafas para su miopía.

Vive con su mujer y cuenta que hace un año, en "un bonito accidente", tuvo a una niña que hoy tiene un año de edad. Es ingeniero eléctrico y electrónico y labora como desarrollador en una compañía del sector; esa es su fachada pública, la de un vecino normal.

En realidad es un hacker que se empezó a formar a los 13 años cuando su papá llevó a la casa, en 1986, un Tandy TRS80. Su especialidad es el hacking de redes, que consiste en detectar vulnerabilidades de las conexiones y sistemas de empresas y organizaciones, por encargo de las mismas.

Duerme solo dos horas cuando tiene alguna labor de hacking asignada. Incluso, ha llegado a pasar tres días sin ir a la cama.

Uno de los casos que más recuerda es cuando fue contratado para intentar entrar a las redes de una gigantesca empresa de mensajería. Lo hizo fácilmente estacionado desde su camioneta, una Toyota acondicionada con antena satelital y Wi-Fi, a 50 metros del edificio de la compañía. Penetró a través de la red inalámbrica. Detectó los equipos administradores de red y abrió un hueco en el sistema de protección (firewall) para tener acceso remoto desde cualquier lugar.

"Hace tres años, de cada 10 intentos para ingresar a redes de empresas en el país, podía acceder a 10; hoy solo entro a la mitad", dice Laverde, quien agregó que esto evidencia que las compañías han tomado conciencia de los riesgos a los que están expuestas e implementado sistemas de seguridad.

Este hombre reconoce que el oficio de hacker cambió de naturaleza. "Antes el hacker entraba a las redes, tomaba el control de sitios web y dejaba la firma. Era un asunto de ego. Hoy, es una cuestión de plata. Los delincuentes informáticos modernos roban datos confidenciales, contraseñas bancarias, dinero en línea. Su motivación es el lucro", Lo malo, añade, es que nunca habrá un sistema de seguridad infalible: "El usuario siempre es una fisura".

Leer nota completa en Enter2.0

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