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sábado, 12 de julio de 2008

Mi diario en el portátil

Todo indica que en estos tiempos los niños llegan no con un pan debajo del brazo sino con un computador portátil de última generación, el cual conservan hasta los últimos días de su vida y especialmente si es alguien que haya estado por fuera de la ley.
Y lo que más llama la atención es que archivan allí con pelos y señales todas sus fechorías por lo que el trabajo de investigación criminal se ha facilitado enormemente. Son hasta detallistas, directos, no dejan lugar a dudas pero a veces utilizan “claves” que son fácilmente detectables por nuestros experimentados sabuesos.
Por ejemplo, en lugar de escribir “amante1” anotan “peladita sabrosita” y para la número dos reservan el mote de “ricurita”. Nada de lugares comunes porque pueden ser peligrosos.
Y entonces me pregunto qué pasaría si le encontraran el computador portátil a algunas personas y lo primero que hallarían sería innumerables fw, y no se qué más, basura que reciben y se la chutan a uno. Otros se dedican a fwear oraciones, bellos paisajes, imágenes de chiquitas quemadas o con cáncer y la de un chulo parado sobre un negrito famélico a punto de darle el primer picotazo. La que más me han re-enviado es la de la aquella pequeña vietnamita desnuda y horrorizada bajo un ataque aéreo que llegó a ser la embajadora de su país en la ONU. (esa muchachita ya es abuela).
Esto de los computadores no es solo asunto de delincuentes; a mi oficina llegan mensualmente unas caritativas monjas recolectando dinero para su noble labor y una de tantas veces dejaron un antiquísimo PC portátil sobre mi escritorio; después de haber asentado en el cuadro Excel mi pequeña contribución alguien las distrajo y me pude dar cuenta de los secretos de ese computador. Miren y vean algunos de ellos: el viejito Pacho, el de la pieza 8, tiene una diarrea que ni con Lomotil... María, nada que quiere comer… y Magola tiene cinco noches sin dormir...
Cierto día fui a casa de Carlos Guevara y en su computador pude distinguir entre otras las siguientes carpetas: De trompos y Barriletes (cometas); una diferente: Chochó-Primitivos pobladores; y cómo identificar los callejones de Sincelejo y Valledupar.
Silvio González Vergara tiene tres carpetas: las mil maneras de preparar carne salada, la otra titulada Del Aguardiente al Whisky, ¡ah! y la otra Yo no tomo cerveza, Causas y Consecuencias.
Jorge Eliécer Quintero Castro tiene varios computadores pero hay uno dedicado exclusivamente al tema “Cómo sobrevivir a una parranda vallenata”.
Alfredo Martínez Barón me mostró en cierta ocasión y muy rápidamente parte del suyo, algo llegué a mirar sobre “Veneno para Ratones”, otra hacía alusión a los Infalibles Sistemas Para Conservar Hígados Sanos y la que versaba sobre los “Dodge Dart”. Pero la que más me llamó la atención fue la parte dedicada a Georg Dahl, aquel legendario académico sueco que vivió en Sincelejo y que impartió sus primeras enseñanzas a los científicos Yunis-Turbay con los que “Exterminio” se sentó en los mismos pupitres.
Un conocido magistrado enriquece a diario sus informaciones vía Internet sobre la figura del Pavaricato (no prevaricato), conducta - poco delicada - pero no delictiva, que equivale más o menos a lo siguiente: maneras de inducir a un inocente que se cree culpable a que brinde a su juzgador un sancocho de pavo con traguito y todo. Existe también la variante del Chivoricato, practicado en La Provincia.
Por hoy está bien porque se les da por revisar el mío.


Visto en: El Pilon Por Jaime Garcia Chadid

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